TESTIMONIOS
ALGUNAS HISTORIAS
Durante estos años que llevamos en el grupo pasaron muchas familias e hijos que compartieron con nosotros su vida.
Testimonio de Heber
Nuestro agradecimiento es permanente y toda vez que se cruza en nuestro camino algo concerniente al motivo que nos ha permitido conocernos, surgen ideas que podrían ayudar a los fines que se persiguen.
Por eso te citamos algo tan breve como, creemos, efectivo. La frase no es totalmente nuestra, pero el original fue transformado por nosotros para, eventualmente, poder ser utilizado como uno de los slogans del grupo del cual, afortunadamente, formamos parte.
Cuando recibas la confirmación de lo que alguna vez sospechaste y aquello que atormentó a tu hijo durante tanto tiempo
SONRIE, ABRÁZALO CON FUERZA
y dile al oído
QUE NUNCA DEJARÁ DE SER TU HIJO
UN FUERTE ABRAZO ENSEÑA MAS QUE TODA UNA BIBLIOTECA
UN HIJO GAY
Conocí el grupo cuando tenía 24 años (no como padre, sino como "hijo"). Sabía de que el grupo era para padres, pero en ese entonces la salida del closet en mi casa y la relación con mi madre se hacían insostenibles. Mi madre me dijo que si seguía teniendo ese tipo de vida me tendría que ir de la casa y así fue, con tan sólo 24 años me encontré viviendo solo y por la urgencia de mi mudanza con una casa nueva casi vacía. Quería aprender a comprender a mi madre y que mejor lugar que involucrarme con un grupo de padres donde había personas que les tocaba atravesar por lo mismo que a mi mamá. Es así que llegué al grupo de padres, todos los meses esperaba que sea fin de mes para poder ir a las reuniones, las reuniones eran un espacio muy importante para mí. El escuchar los testimonios de los demás padres me ayudaron mucho y yo como hijo siento que fui de muchísima ayuda también para los padres. Con el pasar el tiempo veía cómo la manera de sentir y pensar de muchos padres se reconciliaba más con la sexualidad de sus hijos, padres que los veía llegar al grupo con muchas preguntas e incertidumbres con el tiempo encontraban respuestas y acercamientos con sus hijos. Siempre voy a sostener que cuando una persona atraviesa un tema o una carga que sola no puede llevar lo mejor es reunirse con pares que les esté pasando lo mismo que a ellos, en mi opinión esa es la mejor terapia. Pasaron ya muchos años desde que conocí al grupo de padres y hoy en día miro hacia atrás y no tengo mas que palabras de agradecimiento. He podido sanar muchas heridas y hoy en día la relación con mi madre es excelente. Si llegaron a leer hasta acá y están atravesando su salida del closet como padres, o si recién se enteran de la orientación sexual de su hijo/a déjenme decirles que están en el lugar correcto! Es mi deseo que todos puedan encontrar en el grupo la misma paz y comprensión que encontré yo y cientos de padres que pasaron por este espacio. Anímense!! Este es el lugar!!
Testimonio Paola
Mi nombre es Paola, quería contar la historia de mi hija Oriana de 9 años. Oriana cuando tenía 8 años me despertó una noche y me dijo que me quería contar algo que quería contar hace rato pero no se animaba. Me dijo “yo soy lesbiana, me gustan las nenas”. Me sorprendió muchísimo por un lado pero, por otro, me dió mucho orgullo porque ví su valentía, que tan pequeña me pudiera contar lo que le pasaba. Según ella decía que desde el jardín le pasaba. En ese momento empecé a investigar, a acompañar esto lo mejor posible, el tema de la discriminación y otros temores. Llegué a este grupo que me contuvo y pude contar mi historia además de conocer otras historias de otros padres, con hijos más grandes. Para mí es maravilloso compartir, si bien estoy hace poquito estos encuentros me llenan el alma de poder charlar estos temas con toda la contención, con todo el cuidado y con todo el respeto. Estoy aprendiendo en este camino que queda muchísimo, pero es aquí, por acá. Agradezco mucho el espacio.
Testimonio Juan y Mariana
Quiero transmitir nuestra experiencia con el grupo. Hace 1 año que concurrimos con mi esposa, porque mi hijo de 15 años, nos comparte que es Gay. Llego al final del cuento, porque parece simple, pero llegar fue una carrera de muchas situaciones. Desde cambios de actitud, obsesión con su celular, muy callado y solitario a la vez, pésimo rendimiento escolar. Nos llamó la atención porque ninguna de estas cualidades lo describen, al menos hasta ese momento. Creímos que la adolescencia estaba haciendo su trabajo y que debíamos adaptarnos a esta nueva vida. Darle espacio, bancarlo a pesar de que hable muy poco y todo era… sí, no, blanco, negro. Monosílabos de defensa, me animaría hoy a decir. Siguieron situaciones de ausencia al colegio, no querer hacer gimnasia porque no se siente cómodo. Pensamos en bullying escolar. No le gusta el futbol y no era un problema, si a mí tampoco me gusta… Hablamos con los directivos del colegio, sobre todo para poder darle contención en casa y en la escuela. No encontramos respuesta. Siguieron situaciones, en la que sus sueños no era viajar a Bariloche, ir a un boliche o reunirse con amigos, sino que todo rondaba a fantasmas que le impedían poder expresar lo que sentía, aún sin saber cual sería nuestra respuesta. Como padres programamos nuestra vida desde el minuto en que decidimos casarnos. Quisimos formar una familia y tener dos hijos. Una mujer y un hombre. Pero antes del género, hijos. Y los tenemos y estamos orgullosos de ellos. Nada ni nadie, puede interponerse, entre el amor de un padre y su hijo. Nuestra preocupación no era qué le iban a decir en el Kiosco de mi barrio. Sino lo violento que puede ser para este chico, que un adulto o un par, le diga, lo cargue o le grite cosas para lo cual no está preparado. Y me preguntaba. Qué hará? Cómo lo cuido? Lo llevo yo todo el tiempo? Cómo se cuidará en una relación? Y si se olvida el preservativo? Y si se pesca alguna enfermedad? Miedo, angustia, todo el tiempo en la cabeza. Qué debemos hacer? Qué hicimos mal? Y buscando el por qué, encuentro una asociación sin fin de lucro, que se reunía una vez al mes. Desesperado envío mail, me responden y vamos mi esposa y yo, a nuestra primer charla. Nos reciben dos Señoras (Amelia y Dora). Al no conocerlas, ni conocer el lugar, dijimos dónde nos metimos? Van llegando uno a uno los integrantes de PFALYG: Francisco (Ser único e irremplazable) su esposa Ema, Soledad y su esposo Martín, en fin muchos. Y dijimos, esto no es chiste, tantas personas por un fin en común? Empezamos hablar, a exponer con lenguaje casero que nos pasaba. No paramos de llorar y no por la condición de mi hijo, sino porque pensábamos que fuimos con un problemón y en realidad era despertar a algo nuevo. Entendimos que el sentir de mi hijo, no se hace por mala educación, mala orientación o porque se lo inculcaron, sino que nació con él. No puedo explicar la contención que recibimos, el apoyo que nos dieron y que nos siguen dando. Gente que no nos conocía, que nunca habíamos visto, parecía que los conocíamos de toda la vida. Todos pasaron por lo mismo, pero en otra época. Gente más grande y no tanto que yo, tengo 48 años, pero que pueden ver mas allá por la experiencia que tienen, por la calle que caminaron y por los hechos que vivieron. Gracias por todo lo que dan y siguen dando. Entendimos que al estar nosotros tranquilos, podemos darle tranquilidad a nuestro hijo. Pero por sobre todas las cosas, hay que transmitir amor. El tiene todo el derecho de elegir, sentir y vivir con total libertad, como yo, como mi compañero de trabajo, como el señor de enfrente. Su sentir no debe obligarlo a vivir reprimido o escondido, no lo educamos para eso. Señor se nace, no se hace y mi hijo es y será el mismo siempre “MI HIJO”. Seguiremos participando, porque es nuestra forma de devolver, lo que en algún momento nos dieron. Gracias infinitas.
Testimonio Karina
Mi nombre es Karina y soy la mamá de Lucas. Lucas hoy tiene 25 años y hace 10 que blanqueó con nosotros su condición de joven adolescente gay y en su momento, cuando lo hizo, empezó en mí una búsqueda muy intensa con referencia a para poder acompañarlo y comprender un poco más de qué se trataba todo esto. En esa búsqueda encuentro al grupo de padres y empiezo a participar de las reuniones cada mes. En ese espacio, además de contención, de acompañamiento, encontré personas maravillosas y para todos el punto de coincidencia era nuestros hijos. En una reflexión colectiva, un padre allí comentó algo en lo que estoy completamente de acuerdo y es que son nuestros hijos los que nos enseñan a ser mejores personas cada día.
Testimonio Ema
Mi nombre es Ema, conocí al grupo en el año 2002, unos meses después de que tuve la confirmación de que me hijo era gay, por una charla que habíamos mantenido. Cuando me enteré lo primero que sentí fue culpa por haber hecho algo mal durante su crianza. Me encontré con un tema totalmente desconocido. El grupo me ayudó mucho a entender que no tenía ninguna culpa, que mi hijo tenía una orientación sexual diferente. Me costó mucho tiempo aceptar esta realidad, es todo un proceso. Cuando lo pude entender pensé todo lo que había sufrido mi hijo en soledad sin saber lo que le estaba pasando. Me gustaría que se pueda hablar y educar de otra manera en las escuelas y jardines para que los chicos no sufran. Gracias a la ley de Matrimonio Igualitario y a las personas conocidas que salen del closet, las futuras generaciones van a tener menos problema con este tema. Sigo integrando este grupo para que mi experiencia pueda servirle a otros padres, además con las nuevas personas que asisten a él, siempre se aprende algo nuevo. Gracias por la oportunidad de poder participar en este espacio.
MAIL DE UNA MAMA A SU HIJA
Ayer me gustó comentarte algunas historias del grupo. Una vez te hice la invitación, por sí te interesaba, para venir a conocerlos y saber de qué se trata y ver la otra cara de la moneda. No sé si alguna vez lo charlamos, pero también ayer cuando me decías si había muchos padres que lloraban, o si todavía lloraban los padres y bla, bla, bla, se me vinieron muchas cosas a la cabeza y por eso está bueno que conozcas (aunque no vengas) qué pasa de nuestro lado, de la misma manera que los padres tratamos de entender de qué se trata. Somos de otra época, fuimos educados en una sociedad heterosexual, con la concepción incorrecta de que la homosexualidad le pasaba a otro tipo de familias (promiscuas, perversas, ausentes, etc.) y de que era algo malo. La herramienta para aceptar el tema fue salir de esa ignorancia, informarnos, abrirnos la cabeza. Y el motor es el amor a los hijos. En mi caso particular, yo creo haber respetado pero, como no estaba en mi menú de opciones, nunca me interesó saber de qué se trataba (por lo que cero al as) hasta que me tocó. Si por algo temía podía ser por la droga, el alcohol, un embarazo no deseado. En general el ser humano se involucra con lo que le toca, no con todo. Todos los que lloramos en el grupo es porque no queremos ni rechazar ni mirar para otro lado, queremos entender, aceptar, naturalizar, ver a nuestros hijos felices y aún por encima de nuestro conflicto que es la culpa y el cambio de expectativas entre otros (cuestiones de los padres, no de los hijos). Aprendimos que no se elige, que ya con el solo hecho de pertenecer a una minoría diferente sufren, que se cuestionan y muchas veces en soledad, y bla, bla, bla, como vos decís. De haberlo sabido antes los hubiéramos podido acompañar un poco más. Y hablo en plural porque, saber que a otros les pasa lo mismo que a uno, aliviana la mochila y acompaña en el camino. El grupo inyecta una energía y un afecto muy particulares, y todos coincidimos en que esta circunstancia de vida nos hizo crecer como personas. Escuchar a los hijos que vienen también nos acerca a la realidad, nos hace ver la otra cara desde otro lado que no es el hijo propio. Uy, parece un trabalenguas! Se me ocurrió contarte esto y me pareció importante.
Testimonio de Amelia
Siempre digo que Irma, al fundar este grupo de padres, me salvó y salvó mi familia. Me salvó de transitar un sendero inútilmente doloroso y sin esperanzas. Me ayudó a recuperar el amor y la armonía en mi familia. Yo soy Amelia, tengo 73 añitos, y soy madre de una mujer bisexual que, a la edad de 26 años me confió que era bisexual para mi enorme sorpresa y desesperación. Quedé desvastada y lloraba todo el tiempo. Sentía que había fracasado como madre, que esto era irreversible, una bomba que había caído y destruído mi vida, mi familia, mis sueños. Me aconsejaron que frecuentara un grupo de pares. Así fue como fui por primera vez al grupo el 18-4-99. Por aquel entonces, todas/todos llegábamos llorando. Si entonces me hubieran dicho cómo me iba a sentir unos años después no lo habría creído. Por entonces sentía rabia, vergüenza y culpa. Rabia: “por qué me pasaba esto a mí, si había puesto alma y vida para tener una buena familia? Esto les pasa a las familias disfuncionales, que no se ocupan de sus hijos, o no los aman, o los sobrepotegen!!” Vergüenza: “que iban a pensar el resto de mi familia, mis amigos, mis conocidos?” Culpa: “seguro que algo había hecho mal yo, y mi hija iba a sufrir en una sociedad que no perdona las diferencias”. Por entonces no se sabía nada del tema, menos todavía de la bisexualidad. Mi hija me dijo que los seres bisexuales se enamoran de las personas independientemente de su sexo. Para mí esto era incomprensible. Empecé a ir al grupo y entonces aprendí, aprendí, aprendí. En el grupo hay padres y madres de distinta estructura e historia familiar, de diferentes religiones, inclinación política o nivel social, cultural o económico. Y sin embargo, el mismo dolor ante la orientación sexual de sus hijos/hijas. Los hijos en cuestión pueden ser hijos únicos o con hermanos mayores o menores. Aprendí que la orientación sexual no es una elección, al igual que no es una elección la inclinación heterosexual. Nadie elige ser diferente en esta sociedad, es muy difícil, muy duro. Que para los hijos es difícil y angustioso confiarse a los padres, pues saben que puede ser doloroso para ellos por sus expectativas. Aprendí que la homosexualidad/bisexualidad y demás orientaciones distintas a la heterosexualidad no se originan en estructuras familiares; los chicos nacen con una orientación dada. Aprendí que lo que hace dolorosa esta cuestión es el prejuicio que nos han inculcado en la sociedad y la ignorancia sobre el tema. Nadie debiera sufrir por esto, no es nada malo. Aprendí que el amor homosexual/bisexual es sobre todo AMOR y es tan bueno como el heterosexual- Y cuando aprendí y comprendí todo esto, no hubo más bronca, ni vergüenza, culpa, ni dolor: yo no había tenido nada que ver con la orientación sexual de mi hija. Había recuperado el amor y la armonía en mi familia.
DERRIBAR EL MURO Identidad sexual del hijo
Se me pidió intentase volcar en un escrito lo vivido. La idea me gustó. Al instante dije “Sí”, complacida. Le dí forma en mi mente, rápidamente. Mucho más costó plasmarlo en el papel. ¿Era revivir, recrear mentalmente emociones tremendamente fuertes, demasiado intensas, desestabilizantes en su momento, quizás?. Tal vez. Inicialmente lo iba a titular “Del cielo al infierno/Del infierno al cielo”. Me parecía apropiado. Pero hubo un cambio, porque de las dos imágenes que se me presentaron en la memoria, al revivir ese período tan especial de mi vida, fue más vívida la del muro. Cómo empezó aquello: Tarde serena de mayo, en el comedor de casa, café de por medio. Y así simplemente recibir “La terrible noticia” (cual burdo título cinematográfico), que jamás pensé recibir, ni en la más impensada de las pesadillas. Una noticia para la cual la mayoría de los padres no estamos preparados, y dentro de los cuales de pronto me encontré. Hasta entonces, las expectativas sobre mi hijo: las normales. Sueños sobre él: los normales. Mi vida: normal, lucha diaria, nada distinto a tantas otras vidas. Donde siempre la batalla se libraba en otros órdenes. En ESE era…….inimaginable. Pero de repente, cae como certero rayo: “Madre, tu hijo es gay”. “Pues no, es broma. Es broma pesada”. Y río… Pero luego ya no río, lloro, y lloro mares enteros de lágrimas que no logran atenuar siquiera la densa angustia que se ha cernido sobre cada célula del ser. Lloro desde el alma, sin más. Lloro hasta sentir que la vida se diluye en cada lágrima derramada; en cada grito, en cada instante donde las sensaciones se mezclan, se funden una en la otra: culpa, impotencia, ignorancia, debilidades puestas de manifiesto ,rabia, violencia extraña, sutil , emociones encontradas, ambivalentes chocando entre sí, dentro de una. Tantas cosas a la vez, tan abrumadoras… Con tanta fuerza como para hacerme descender a lugares desconocidos. Desear dormir para no volver a despertar; desear morir, simplemente porque la vida pasó a ser de TODO a NADA. En un instante. Ese instante que se pretende borrar, volver atrás y sepultar. Lo inútil, cada momento. Lo inconcebible, también. ESA era la única VERDAD EXISTENTE, sin reversión: contundente, total. La UNICA REALIDAD a vivir, de ahí en adelante. Todo dio un giro vertiginoso, devastador en ese momento. De repente había que aceptar que las expectativas serían otras, no las forjadas para él a través de años, largos años. Muy difícil, en verdad. Un muro (EL MURO) que se yergue imperceptible, cada día, cual fantasma. Con la fuerza de todos los fantasmas del universo. E infranqueable. Duele, quema, lacera sentirlo. Amotina órganos, que se resisten a cumplir bien sus funciones. Se respira, come, duerme, camina, trabaja. Pero el alma emigró, parece haber sido arrancada, cuando la sensación física fue esa, literalmente. El hijo tan amado, pasó a ser un extraño. Doloroso el sólo recordarlo…. Cuánta bajeza, inclusive para la madre que se creía una de las mejores del mundo……capaz de tamaña crueldad, para con el fruto de su vientre. Largos días, meses así…pensando que eso no tendría fin. Y la vida, mientras, continuaba ajena a estas cosas tan personales, tan intrínsecas. Hasta allí, el infierno. Pero, y como siempre, de a poco las sombras fueron dando paso a la luz, al principio débilmente. La sinrazón, paso a la razón. El dolor ciego, al entendimiento que nace desde el QUERER, NECESITAR entender, comprender. ACEPTAR. En definitiva, el AMOR DE MADRE, desmalezando el camino que llevaba al reencuentro con el hijo adorado. Logrando dar el primer gran paso, entendiendo que: Es el MISMO HIJO DE SIEMPRE con sus valores y virtudes INTACTOS; el mismo que me hizo reír y llorar, durante su crecimiento, mientras tomaba mi mano a lo largo del sendero. Y quien también me hizo aprender, en el mismo. Entonces , ESTA era su verdadera historia, con su condición de homosexual asumida (y el largo camino que tuvo que recorrer hasta poder hacerlo). No era ya la ficticia, la que lo laceraba en silencio para no herir a su madre, “o a la sociedad”. Él solo tuvo que encontrar la fortaleza que requería enfrentar al mundo y poder decirlo. Y lo hizo: un valiente, un gigante. Como tantos otros jóvenes, que deben hacer lo mismo, ante la misma situación. Camino espinoso, si lo hay, para ellos. Mientras, yo, su mamá, creía estar en el más ínfimo detalle de su vida …..e ignoraba tamaño dolor. Absurdo, ¿verdad?. Y, luego, humanamente errada también, infligiendo el dolor más grande, el del rechazo primario, el que más lastima al hijo. Quiero creer que Dios ha perdonado mi actitud bárbara e irracional.. Por esto, sabiendo que era así ¿Cómo no iba a luchar para derribar ese demencial muro, vulnerando día a día sus bases estériles?. ¡Por favor, había que lograrlo!. Poniendo todo en ello. Apelando a cuanto recurso existiese, y de la más diversa índole.. El objetivo era perentorio. Porque vital era aceptar, desde el amor, la nueva ¿nueva? condición sexual de mi hijo. Acaso: ¿quién le preguntó a él, si deseaba esa condición?. NADIE. ¿Cuál era su culpa, cuál su pecado? ¿Acaso alguien me preguntó a mí, si deseaba mi heterosexualidad? Claro que no, simplemente ES ASÍ, eso es todo. Fue mi segundo paso hacia la enmienda del gran error. Logrado ya el objetivo, ¡momento maravilloso, único!, eternamente inolvidable. Nuevamente poder tomar las manos de mi hijo, mirarlo a los ojos, abrazarlo fuertemente, sentir que otra vez lo protegía, como cuando era niño. Poder mostrarme, y demostrarle que el horror de largos meses, había ya pasado. Que luché mucho, mucho para ello. Porque ÉL LO MERECÍA, y era mi absoluta obligación vencer convencionalismos adquiridos con la vida misma. Que empezábamos juntos un nuevo camino, diferente al esperado, por qué no decirlo, pero no por eso de menor valía. EL MURO (construido por la estupidez humana de una supuesta buena madre) derribado por la fuerza más inmensa que existe en esta tierra. Enterrar prejuicios ancestrales, muy arraigados en nosotros. Sólo de eso se trata. VOLVER AL CIELO, Sí: Hijo y madre/ madre e hijo frente a frente, sin mentiras, ni tapujos. Coincidiendo en la libertad de amar, que todos nos merecemos. Aceptando su “diferencia” (que no es tal), para que desarrolle toda la fortaleza que necesita para enfrentar esta sociedad hipócrita, muchas veces. Y fundamentalmente, brindándole EL AMOR, que lo acompañe, sostenga, ilumine. El que engrandece al ser humano por encima de cualquier barrera impuesta y autoimpuesta, como es este el caso. Y cuánto más desde una madre para con su hijo, sentimiento divino dado en su máxima y maravillosa expresión. Básicamente, hoy he entendido que deseo para mi hijo libertad en todo sentido. Libertad que también implica la de amar a quien su corazón y cuerpo le indiquen, más allá de normas dictadas por la mayoría. Finalizando, fue un largo, arduo y doloroso camino. Pero la intención final de este relato, es dejar en claro que SE PUEDE. Con amor, voluntad, comprensión. SÍ Y SÍ, SE PUEDE. Y lo cuenta alguien con la resistencia más férrea a lo que le tocó vivir. Es el mensaje fundamental que quiero dejar a otros padres que comienzan a transitar este camino. A los que entiendo con todo el corazón, de verdad. Pero crean, TODO PASA, y esto también. Luego de esto, debemos entender que SIGUEN SIENDO EXACTAMENTE LOS MISMOS QUE ANTES. Esta simpleza, es la gran solución al dolor inicial. Firma: Una madre cualquiera, de un hijo como cualquier otro hijo. Con una batalla más, ganada. Más aún, ganada la guerra.